De intraemprendedores, meritocracias y adhocracias

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Las Semanas de Consultoría de Andalucía Lab nos dan la oportunidad de hablar, no sólo de conceptos sobre analítica, posicionamiento o la estrategia que es necesaria para implementar los objetivos, sino de proyectos y las medidas para llevarlos a cabo. Las empresas participantes vuelven con la inquietud de emprender, lo que genera dudas: ¿Cómo lo voy a hacer? o ¿quién en mi empresa va estar involucrado?

Ante estas preguntas, la figura del intraemprendedor es el mejor aliado; esa persona que escucha y hace que las cosas ocurran. Si piensas en tu empresa, seguro que ya tienes un nombre en la mente. Os dejamos esta síntesis del interesante post desarrollado por la empresa Emotools sobre la figura del intraemprendedor.

El Intraemprendedor

por Nacho Muñoz – Emotools  | Entrada Original en su blog

El intraemprendedor o imprendedor no es un concepto nuevo. De hecho, hay casos referentes en esta materia, como 3M, una de las empresas insignia en promover el emprendimiento interno hace 30 años, cuando uno de sus empleados lideró el desarrollo del producto Post-it, que resultó un éxito masivo. Más recientemente, los casos más paradigmáticos vienen (una vez más) de empresas como Google o Apple, lugares en los que las personas tienen libertad para desarrollar sus inquietudes y poner en marcha su propios proyectos.

El intraemprendedor lo representa esa persona que probablemente tendría una empresa si no estuviera ya trabajando en una de ellas. Pero tienen un perfil distinto al de cualquier otro empleado; es una persona con ideas propias, que quiere cambiar el status quo de la empresa, teniendo la fuerza suficiente para transformar aquello que ve más adecuado. Facilita el cambio y la mejora permanente, lo que le hace ser considerado especialmente en empresas que reconocen el valor de disponer de motores internos de innovación.

El intraemprendedor necesita un hábitat en el que poder desarrollarse. La forma de ser (profesional) de este tipo de perfiles hace que esté obstinado a llevar a cabo sus ideas y proyectos dentro de la propia organización.

Propiedad del trabajo vs alquiler de la fuerza de trabajo

Sentirse propietario de un lugar que hay que sembrar, fertilizar y obtener frutos es mucho más gratificante que sentirse una mano de obra que ha de trabajar el campo para otro.

Un intraemprendedor busca lo que cualquier emprendedor a la hora de crear su propio proyecto empresarial: alcanzar la libertad, la autonomía en la gestión de recursos y los beneficios económicos que se obtengan gracias a su propia gestión. Deben propiciarse, por tanto, las condiciones para que haya una genuina confianza de este tipo de personas sobre la organización: pueden proponer con libertad proyectos y desarrollarlos dentro de ese marco organizativo, obteniendo incluso el respaldo económico si es necesario para poder llevarlo a cabo, consiguiendo recompensas económicas (o de otro tipo) por ello.

Meritocracia y adhocracia vs jerarquías tradicionales

Las jerarquías piramidales tradicionales dificultan la libertad y la autonomía de los profesionales para desatar su potencial, de ahí que convenga pensar en modelos meritocráticos y adhocráticos para hacer emerger figuras emprendedoras dentro de la organización.

La meritocracia es ese sistema de gobierno que premia el mérito, el trabajo bien hecho, como forma de adquirir status dentro de una organización. Un sistema meritocrático alienta a las personas con talento a poner en marcha sus virtudes, ya que el propio sistema va a recompensar su esfuerzo y dedicación, ofreciendo mayores dosis de autonomía y libertad cuanto más méritos ofrezca a la organización.

Por otro lado, la adhocracia propone un estilo de autorganización basado en la composición temporal de equipos de trabajo o comunidades de práctica, en función del reto o proyecto que se tenga que emprender.

Tolerancia al error

Considerar el error como fuente de fracasos es uno de los lastres que nuestra cultura empresarial arrastra. Pero el error es natural. Cualquier empresario lo sabe: se cometen fallos en la planificación y en la ejecución, en la relación con los clientes o con los proveedores, a veces en los contenidos y otras veces en las formas…

El error, dentro de una organización que fomenta la aparición de intraemprendedores, debe considerarse siempre como una fuente de aprendizaje, como una excusa para saber cómo no habría que volver a hacer las cosas.

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