La rentabilidad emocional de emprender

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Por Leonor Cabrera ( @leonor_cabrera ) – Viventi Desarrollo Personal y Profesional

Cada vez somos más las personas que nos lanzamos a emprender. Algunas por obligación, otras por devoción. Vivimos en un momento en el que parece que la única salida existente es montar un negocio por nuestra cuenta. Sin embargo, yo te diría que si vas a emprender lo hagas porque de verdad lo sientes y porque quieres.

Emprender no es, como puede parecer con este boom de emprendedores que se ha producido a raíz de la crisis, un camino de rosas. Emprender es duro. ¿Te acuerdas de Fama, esa serie que contaba las aventuras de alumnos y profesores de la Escuela de Arte de Nueva York? Ya lo advertía Lydia Grant, la profesora de danza: “Tenéis muchos sueños. Buscáis la fama, pero la fama cuesta. Pues aquí es donde vais a empezar a pagar con sudor”.

 



Los emprendedores deseamos materializar nuestros proyectos, hacer realidad nuestros sueños, vivir de lo que somos y en el mismo momento en el que nos decidimos a intentar vivir de eso en lo que creemos es cuando comenzamos a pagar con sudor, con muchas horas de trabajo y con incertidumbre.

Esa es la parte dura de lanzarse a la piscina de emprender: el sudor, las lágrimas, las dudas y la incertidumbre. Para mí montar mi empresa, Viventi, supuso lanzarme a una montaña rusa emocional, con días en los que pensaba que era imposible que mis dos socias y yo fuéramos capaces de vivir de lo que queríamos vivir y con días de subidón. Aún hoy, cuando ya llevamos dos años como empresarias, tenemos días de profunda desazón por la incertidumbre y días en los que nos sentimos felices porque estamos haciendo aquello en lo que creemos y que nos apasiona.

Esa es la parte buena de emprender. Es lo que podríamos denominar la rentabilidad emocional y que tiene que ver con sentirnos realizados con lo que hacemos y con lo que somos.

Emprender tiene mucho de crearnos un puesto de trabajo a medida en el que podemos poner en acción nuestros valores, nuestra misión y así acercarnos a la visión que tenemos del mundo.

En los talleres y en los procesos de coaching que hago con emprendedores suelo trabajar con los valores. ¿Para qué? Conocer nuestros valores implica conocer cuál es nuestra brújula en la vida. Siempre suelo poner el mismo ejemplo: si tú eres pacifista, ¿montarías una armería? O si eres vegano, ¿una carnicería? En ambos casos habría una incongruencia muy fuerte, algo que no te dejaría ser feliz con lo que estás haciendo. Por eso es importante saber, antes de montar algo, cuáles son nuestros valores porque si ese algo que montamos está alineado con quienes somos, todo será mucho más fácil.

También es importante tomar conciencia de cuál es nuestra visión y nuestra misión. Para hallar tu misión te puedes preguntar cómo es el mundo qué quieres y para saber más sobre tu misión preguntarte qué puedes hacer tú para contribuir a crear ese mundo. Si tu empresa está alineada con tus valores, tu misión y tu visión el hecho de emprender será más fácil y, además, te dará una gran rentabilidad emocional porque estarás trabajando para crear el mundo en el que crees.

Me gustaría escucharte y saber cuál es la rentabilidad emocional que a ti te da emprender o tener tu empresa, además de cómo lo haces para armonizar valores, misión, visión con tu proyecto empresarial.

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